Está el que, cuando mira las estrellas, un paisaje o un cuadro, siempre dice algo al respecto. Luego está el que, al mirar las estrellas, un paisaje o un cuadro, no suele decir nada, salvo que deba responder. Y finalmente, está el que observa a esos dos: al que habla y al que calla cuando miran las estrellas, un paisaje o un cuadro. El que ha mirado las estrellas y ha hablado, ha dicho algo como esto: que cada estrella es una idea y, juntas, forman un pensamiento. A veces te enfocas en una estrella, otras vuelves a la que ya conoces, y de vez en cuando aparece una nueva. El que ha mirado las estrellas y no ha dicho nada, sé que existe porque ahora yo soy ese otro. El que ha mirado el paisaje y ha hablado, ha dicho que cada árbol en la montaña es como cada ola en el mar: un conjunto de muchos “algos” que se sostienen sobre un “algo” que los unifica. Como todos los sentimientos que generan un humor, un estado de ánimo, el paisaje del alma. El otro, que también mira el paisaje, ha hablado esta vez. Ha dicho que es como los granos de arroz en una paella: que en su conjunto tienen un sentido, y en su unidad, otro distinto. Y yo otorgo. El que ha mirado el cuadro y ha hablado, ha dicho que el cuadro es la luz que da la oscuridad que lo rodea, como la misma inspiración que ilumina el vacío existencial. Esta vez, también el otro ha hablado del cuadro. Ha dicho que es como los renglones de un texto que se sostienen sobre el espacio vacío, igual que las viñetas de un cómic, las estrellas en el espacio sideral, los árboles en la montaña o las olas en el mar. Ahora, he dejado de ser el otro para que lo seas tú. With Dream Machine AI